GABRIEL GARCIA MARQUEZ "Obra periodística 1950-1952"
Fragmento de "Como sufrimos las Flores"
Uno de los asombros de mi infancia era el ceremonial con que mi abuela sacaba las flores de nuestro cuarto antes de dormir. Alguien me explicó mas tarde que ella tenía razón: el anhídrido carbónico que exhalan las flores puede ser perjudicial para quienes duermen con ellas en un cuarto cerrado. Pero la verdad es que mi abuela tenía relaciones con misterios mucho mas reveladoras que las de los científicos, y lo que siempre me dijo fue que las rosas en los dormitorios suscitan sueños indeseables que nos persiguen hasta la muerte.
Hablamos de estas cosas la otra noche en una reunión de amigos y uno de ellos hizo una disertación sabia y fascinante sobre el alma de las plantas. Todo empezó cuando alguien se refirió a El día de los trífidos de John Wydhan, que es una de las novelas mas terroríficas que recuerde. Un trífido - al contrario de lo que muchos creímos al leer la novela- no es una planta asesina, capaz de desarrollar sus tentáculos voraces y exterminar en pocas horas el género humano. No es un modesto adjetivo para uso de botánicos, que califica algo que está hendido o abierto en tres partes. Solo que el autor de la novela logró infundirle una significación que hoy ha pasado a ser un símbolo de la amenaza tremenda que representa para los mortales el reino vegetal.
Nuestro amigo, y yo creo que con razón, cree todo lo contrario. "Dentro de las casas las plantas llegan a formar parte del núcleo familiar" nos dijo aquella noche " gozan y sufren con nosotros, se alarman ante las amenazas verbales y pueden morir de terror ante una agresión real, contra la cual carecen de defensas". Los animales, sobre todo los perros domésticos, las ratas y ciertos insectos perniciosos, son para ellas un tormento perpetuo. Esto es posible establecerlo sin ninguna duda mediante el uso de un galvanómetro, que es un instrumento para comprobar la existencia, medir la intensidad y determinar el sentido de una corriente eléctrica mediante la desviación que esta produce en una aguja magnética. Contacto a una planta: el galvanómetro revela sus reacciones y aún sus sentimientos mas íntimos.
Alguna vez se hizo un experimento que hoy es célebre en el mundo entero. Un científico destruyó un filodendro en presencia de otras plantas. Participaron también cuatro estudiantes que desconocían los planes del agresor y los propósitos del experimento. Mas tarde se comprobó, mediante el galvanómetro, que las plantas se estremecían de horror frente al victimario y no frente a los testigos, y que inclusive reaccionan de un modo distinto ante el cuchillo con que fue destruido el primer filodendro.
" Las plantas", continuaba el amigo," reaccionan ante la felicidad y el placer". Colocada en una habitación donde una pareja humana hace el amor, una planta vivirá los mismos estados de ánimo de los amantes. El galvanómetro, exacerbado, registrará vibraciones febriles que solo podrían definirse como un orgasmo.
El centro nervioso de las plantas- concluyó el informante- se localiza en los tejidos de las raíces, los cuales se ensanchan y contraen como los músculos del corazón humano. Además tienen memoria: son capaces de acumular impresiones y retenerlas por largos períodos de tiempo. Uno puede preguntarse, en consecuencia, que recuerdos históricos podría almacenar una sequoia, ese árbol fabuloso que llega a crecer hasta 150 metros y puede vivir hasta 3000 años del tiempo humano.
Por otra parte, hay plantas a las cuales se les ha inyectado una fuerte dosis de alcohol, y el resultado se ha visto en su comportamiento: una embriaguez triste. Al día siguiente, el galvanómetro ha revelado síntomas semejantes a los que sentimos los seres humanos por los excesos de una parranda. También parece demostrado que los sonidos armónicos influyen en el crecimiento de algunas plantas. Los autores que prefieren en su estado mas primario Joham Sebastian Bach y en general los mas barrocos. Pero es posible refinarles el gusto, hasta lograr que experimenten un éxtasis real con Bartok o Schoenberg. En cambio, parece que las plantas de hoy detestan acid rock, y que sus estridencias hacen disminuir el tamaño de sus hojas.
Me pregunto, después de estas revelaciones que supongo bien fundadas, como será el sufrimiento de los bonsáis, esos árboles normales que los japoneses convierten en enanos a viva fuerza. Me pregunto que sentirán las rosas de cultivo industrial, como hay tantas en Colombia, a las cuales se le ha eliminado el aroma. Nuestro amigo botánico no pudo explicarnos el motivo de esta mutilación de la fragancia, pero hay quienes dicen que es una exigencia de los importadores norteamericanos, cuyos clientes adoran las rosas, pero detestan su perfume. El profesor René Dumont, en uno de sus libros de protesta sobre la destrucción del medio ambiente, ha revelado un drama fantástico: cada edición dominical del New York Time consume una cantidad de papel fabricada con hectáreas de bosques.
Sin embargo, no todos los que estábamos en aquella reunión parecíamos tan sensibles al sufrimiento de las plantas y el genocidio de las bosques. Hace un instante además, acabo de tener una prueba imprevista de como vemos los hombres estos temas insólitos. En efecto, un amigo, que considero inteligente y serio, me ha llamado por teléfono para preguntarme cuál era el tema de mi nota de esta semana. "Estoy escribiendo sobre el sufrimiento de las plantas y las flores", le contesté. Mi amigo, con una alarma cierta, exclamó
- Ah, carajo! ¿ No te estarás volviendo marica ?
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